miércoles, 4 de mayo de 2011

La lección del fuego

Un hombre que regularmente asistía a un grupo dejó de participar en sus actividades sin previo aviso.
Después de unas semanas el líder decidió ir a visitarlo. Era una noche muy fría.
Encontró al hombre en casa, solo, sentado frente a un hogar donde ardía un fuego brillante y acogedor. Anticipando la razón de su visita el hombre dio la bienvenida al líder, lo invitó a sentarse junto al fuego y permaneció quieto, esperando.
El líder aceptó la invitación y, sin decir palabra, se sentó confortablemente.
En silencio contemplaba la danza de las llamas en torno de las brasas de leño que ardían.
Al cabo de algunos minutos, siempre en silencio, el líder seleccionó una de ellas, la más incandescente de todas y la separó del resto de las brasas ardientes. Se acomodó en su silla y permaneció callado.
El anfitrión prestaba atención a cada uno de sus actos con fascinación e inquietud.
Observó así cómo la llama de la brasa solitaria disminuía hasta apagarse de una vez.
En poco tiempo, lo que antes era una fiesta de luz y calor, ahora no pasaba de ser un carbón cubierto de cenizas.
Ninguna palabra fue dicha desde el protocolar saludo inicial entre los dos hombres.
El líder se incorporó apresándose a salir. Tomó entonces el trozo de carbón colocándolo nuevamente en medio del ardiente fuego.
Casi de inmediato volvió a encenderse, alimentado por la luz y el calor de las brasas ardientes en torno a él.
Ya en la puerta y antes de que el líder se retirara dijo el anfitrión: Gracias por tu visita y el hermoso mensaje, muy pronto estaré de regreso al grupo.

                                          El arte de soplar las brasas en acción
                                          Leonardo Wolk

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